Las mujeres
víctimas de violencia afrontan, por lo menos, 15 secuelas
Lo que más extraña María (nombre protegido) es ver
el rostro de sus tres hijos. A partir de ahora, solo recordará las sonrisas de
sus niños, aunque ellos sigan creciendo. Ella quedó ciega el 30 de junio
pasado. El hombre con el que se casó hace 12 años le provocó graves heridas en
los ojos y en la cara con una botella rota. Ese fue el desenlace de una vida de
maltratos y humillaciones. La tragedia sucedió en Otavalo, Imbabura. En su
recuperación fue atendida en dos hospitales públicos. Además de un crédito que
había hecho para una vivienda, se gastó alrededor de USD 2 000 en la compra de
medicinas, trámites y gastos de movilización. Fue operada una vez. Le
extrajeron los lóbulos y los tejidos destruidos de los dos ojos. Además, le
suturaron ocho heridas en su rostro y dos en el dorso de los dedos de su mano
derecha. Los médicos no lograron salvar su visión. La agresión de María sucedió
un domingo. La mayoría de casos de violencia intrafamiliar se registra los
viernes, sábados y domingos, según el jefe de Emergencias de una casa de salud
pública. Los más comunes son cortes, golpes contundentes y quemaduras. Lo
ocurrido con la mujer en Otavalo fue tomado por la Justicia como un intento de
asesinato y femicidio. La Fiscalía no registra datos de este delito, pero especifica
que en todo el país se denunciaron 929 casos de lesiones por violencia
intrafamiliar entre enero y octubre pasado. Ahora la mayor preocupación de
María son sus tres hijos, quienes presenciaron la agresión. El niño de nueve
años tiene pesadillas. Él y sus hermanos recibieron ayuda psicológica al
inicio. Ana Basantes, de la Unidad de Violencia contra la Mujer de Otavalo,
considera que seguir recordándoles el hecho es revictimizarlos. El estudio 'Los
costos intangibles de la violencia doméstica en Latinoamérica y el Caribe',
publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en agosto pasado,
asegura que la violencia doméstica afecta también a los niños y niñas,
especialmente a los que son menores de seis años de edad. Esto ocurrió con los
tres hijos de Fernanda (nombre protegido). Ellos vieron a su madre sangrando,
tendida en la cama. Su esposo la apuñaló en la espalda, a la altura de la
columna vertebral. Ahora ella no puede caminar y depende de una silla de ruedas
para movilizarse. Ya no puede trabajar limpiando departamentos y viviendas. En
la actualidad, es vendedora de caramelos y habas. María, en cambio, logró
mantener su empleo. Pero mientras sanaban las heridas, dejó de trabajar 75
días. La empresa donde labora la acogió nuevamente aunque sus ojos cafés ya no
pueden ver. Un estudio elaborado por el Programa para Combatir la Violencia
contra la Mujer de la Cooperación Alemana reveló que las microempresarias
ecuatorianas dejan de trabajar, en promedio, 54 días y pierden USD 370 al año
como resultado de la violencia de género. El documento señala que anualmente se
generan en el país pérdidas de ingresos entre USD 8 millones y 49 millones. Las
secuelas en la mujer María conoció a su esposo cuando eran adolescentes. El
peritaje psicológico realizado al hombre reveló que es posesivo, controlador y
se sentía dueño de ella. Pero la mujer no denunció y la violencia se fue
incrementando. Angélica Cruz, licenciada en Trabajo Social y quien atiende a
mujeres víctimas de violencia, señala que el problema es que se acostumbran a
ser violentadas y crean una dependencia emocional con el agresor. "Son
víctimas de insultos y ridiculización. Entonces ellas llegan a creer que no
sirven para nada, que son tontas". Tras recuperarse de sus lesiones físicas,
María acude a terapias de ayuda psicológica. Le aconsejan que siga adelante por
sus hijos y que sea firme en el momento de guiarlos y dócil porque son niños.
Además de las secuelas psicológics en las mujeres, Cruz dice que se presentan
síntomas como taquicardia, temblores, sudoraciones no comunes, insomnio,
fatiga, desconcentración y falta de capacidad para tomar decisiones. El estudio
del BID muestra también que la tasa de anemia aumenta en 9% en las mujeres que
sufren violencia de cualquier tipo, y en 15% con violencia física grave. Pero
lo que más le molestaba a Rosa (nombre protegido), otra víctimas de violencia
intrafamiliar, era la sensación de ahogo, de tener un nudo en la garganta. Su
esposo la agredió por más de siete años. Recuerda que él le decía que la
castigaba porque ella lo traicionaba con otros hombres. Le prohibía salir con
amigos, compañeros del trabajo y hasta con familiares. Hubo un día en el que
incluso le pidió que renunciara a su empleo. El agresor de María tenía una
actitud similar. Pelearon varias veces porque decía que tenía
"amantes", aunque ya estaban separados por cerca de un año. En la
audiencia, él aseguró que actuó bajo los efectos del alcohol y movido por los
celos. Aquel 30 de junio, ella pensó que iba a morir. Pero, a pesar de todo,
María está agradecida con Dios por seguir con vida. Ahora, con los USD 318 que
gana al mes, paga la comida, luz, agua… "Siempre he mantenido mi casa y
ahora con mayor razón porque el padre de mis hijos está en la cárcel". El
15 de noviembre pasado, el hombre fue sentenciado a 12 años y seis meses de
reclusión. Tras la tragedia, un familiar le permitió mudarse a su casa y
abandonó la vivienda que tenía con su cónyuge. Ahora sus hijos son sus ojos. La
hija mayor le ayuda a cocinar y a lavar la ropa. María prepara los almuerzos
para sus niños una noche antes. Dónde denunciar Las agresiones físicas contra
las mujeres se pueden denunciar en las unidades Judiciales de Violencia contra
la Mujer y la Familia. Estos juzgados reemplazaron a las antiguas Comisarías de
la Mujer. En Quito, se ubican en Carcelén, Carapungo, Quitumbe, Ajaví, La
Mariscal y valle de Los Chillos. Allí se puede denunciar agresiones y solicitar
una de las ocho medidas de amparo previstas en la Ley de Violencia contra la
Mujer (Ley 103). La denuncia se puede realizar por escrito o verbalmente en
estas dependencias. Estas medidas son: Conceder boletas de auxilio a la mujer o
demás miembros del grupo familiar, ordenar la salida del agresor de la
vivienda, imponer al agresor la prohibición de acercarse a la agredida en su
vivienda, trabajo o lugar de estudios. También están la de evitar que el
agresor realice actos de persecución o intimidación a la víctima, reintegrar al
domicilio a la persona agredida, otorgar custodia de los menores de edad a una
persona idónea y ordenar el tratamiento para las partes. Si las agresiones causan
una incapacidad para laborar mayor a tres días, son tratadas como delitos y
conocidas en las Unidades de Flagrancia. Allí se puede tratar los casos como
delitos de lesiones o como tentativa de homicidio. Punto de vista Marisabel
Garcés. Psicóloga de la Unidad de Violencia contra la Mujer y la Familia 'La
violencia contra la mujer causa agresividad' Las mujeres que llegan a la Unidad
son valoradas psicológicamente. Entre las secuelas psicológicas que presentan
están la sensación de abandono, de soledad y de indiferencia en el hogar. Son
personas que sufren de baja autoestima, depresión y, si fueron agredidas
físicamente, de síndrome de estrés postraumático. Las mujeres también presentan
episodios de ansiedad y de agresividad/pasividad. Es decir que no hacen nada
cuando son atacadas, pero se desquitan con los hijos, quienes a su vez se
muestran agresivos en la escuela. Estas víctimas se sienten culpables de lo que
les pasa y su lívido disminuye.
"El amor no debe doler. El amor implica confianza, protección, respeto a los gustos del otro, comunicación, caricias, ayudas al crecimiento emocional y espiritual. Consiste en compartir la vida con alegría, dialogar sobre las diferencias y preferencias, y respetar la integridad física, moral y espiritual de la persona amada".
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